De inicio a fin recorrió el cancionero popular de la música del Taragüí, como lo hacen poco y reivindicando la esencia del chamamé. En su alforja de melodías, compartió apenas un puñado de sensaciones que alcanzó para entusiasmar al pueblo chamamecero.
De sombrero ancho y de nostalgias cálidas, si hay un artista que conoce la esencia del chamamé es Antonio Tarragó Ros, que trajo su avío abultado de magia y experiencia al escenario de la Fiesta Nacional del Chamamé. Filosofía que comparte con el padre Julián Zini y que imprime en su música esa manera sencilla y extraordinaria de contar cómo es la manera de ser de los chamameceros.
Soltó al cielo del Cocomarola, las historias de vida, de experiencias y de sentir que, en la cotidianeidad del chamamé, solo un profeta podría describirlo. Así, con la manera particular de su mirada, un músico de la talla de un destacado chamamecero y compositor podría contarlo.
No podía venir, al escenario Sosa Cordero sin pincelar esa maravillosa postal de “Cielo del albañil”, inspirado en la historia de trabajadores entrerrianos, pero que podrían ser brasileños, paraguayos, correntinos o de cualquier geografía donde el mate, el espíritu de pertenencia y el chamamé se vuelvan identidad
Aunque viva lejos, no hay escenario donde esté más cómodo como en el Sosa Cordero y siempre lo demuestra. Así, con una sonrisa abrió el corral musical para soltar “Jineteando la vida”.
“En Cosquín cuando llueve nadie se va”, dijo como pasando factura a la suspensión por lluvia de la Fiesta Nacional del Chamamé. “Ustedes no van a ser menos que los cordobeses, les tenemos que ganar”, dijo antes unas pequeñas gotas de inclemencias del tiempo que se sintió.
“Luis Landriscina, mi hermano, me encomendó que comparta”, dijo a modo de previa a la poesía de 1960. “Eleuterio”. El público inmóvil se dejó seducir por el repertorio como un espejo donde mirarse.
Pero no existe nada en Antonio que conmueva tanto que las primeras melodías de “El toro”, obra que agita el espíritu de los correntinos y de los que estén próximos al chamamé. Esta vez no bajó entre el público y tiene que ver por el escaso tiempo que la organización le otorgó para esta edición. No dijo nada, pero se notó.
Recuerdo de Ramona
“Una vez estábamos con Ramona Galarza y cantaba Soy el chamamé y yo tocaba el acordeón al lado y la miraba y miraba a ustedes. Me acordaba de San Agustín que decía el que canta reza dos veces, entonces era una relación de ustedes con Ramona tan hermosa, y me parecía que estaban rezando con ella; Ramona no entendía que yo hablaba con ustedes. Al día siguiente en el desayuno yo le dije cuando rezas no pensas en Fernando (el marido de ella), tus hermanos, tu familia, y entonces yo escribí: Cuando te rezo mi virgencita canto lleno de fe, y cuando canto rezo, lleno de fe”. Y compartió un video conmovedor con la artista a modo de homenaje. “Gracias por este momento”, expresó Antonio notablemente emocionado.
Para despedirse dedicó el tema a su amigo León Gieco con quien compuso “Carito” y todo fue ovación a su alrededor. “Para vos León”, dijo Antonio, en referencia a esta obra que cumple 50 años de su creación.
Así se despidió con una sonrisa, bajo el manto un instrumental de Trabuco González en guitarra; Maximiliano Lettieri y Alejandro Marchesioti en teclados. A esto agregó: “Si alguna vez me voy de este mundo quiero hacerlo en un momento como este, en este escenario. Si alguna vez tengo que irme de este mundo me gustaría que sea así,” dijo Tarragó Ros.
De esta manera se fue la octava noche de la fiesta, en una relación de intimidad con el público que lo despidió de pie y con aplausos.