Indigenas de la región

Los indígenas de Corrientes se situaron a orillas del Paraná y Uruguay, sirviéndoles éstos como vías de comunicación para las tribus canoeras.
En este hábitat núcleos de horticultores con plantas forestales tropicales como es el caso de los guaraníes, tuvieron una personalidad cultural y una adaptación ecológica muy particular. En el interior del territorio, grupos de cazadores nómades persistie­ron en hábitos más primitivos. También se encuentran culturas con medios de vida intermedia de cazadores – recolcetores y sembradores temporales.
La economía básica de esta región estaba en estrecha relación con los grandes ríos Paraná y Uruguay y sus afluentes. En cuanto a modalidades culturales se dieron dos diferentes. Una, la del pueblo de horticultores de origen amazónico a lo largo de los cursos de aguas: GUARANIES y el núcleo principal del gran grupo CHANATIMBU.
La otra modalidad, la de los que habitaron el interior, cazadores y recolectores muy primitivos: CHARRUAS, en lo que es hoy, la República Oriental del Uruguay, Entre Ríos y parte de Corrientes y Sur del Brasil, los GUARANÍES al sur del Carcaraña, Santa Fé y Buenos Aires. Los CAINGANGS fueron los habitantes más primitivos del interior de Corrientes, aunque también ocuparon las costas de los ríos. Se le dieron diversas denominaciones pero la más común entre nosotros fue la de GUAYANAS. Estos aborígenes se extendieron totalmente en nuestro país, ya en el siglo pasado quedaron 60. Según Canals Frau grupos Caingangs se habían refugiados en la región de los Esteros del Iberá en Corrientes. Eran musculosos y robustos. Según Félix de Azara, de una talla no superior a la de los españoles y bien proporcionados. Tenían la piel de color claro y los ojos azules y pacíficos. Los hombres reducían su vestimenta a un cinturón y manto grande de corteza, las mujeres usaban una pequeña pollera de caraguatá. Se adornaban con vistosas plumas de tucán y collares de semillas, hueso de aves o dientes de animales. Se pintaban el cuerpo de carbón en forma muy primitiva. Su tecnología se reducía a la fabricación de redes y canastas e hilado de fibra de la ortiga brava. Los guerreros usa­ban maracas y los jefes rompecabezas, siendo sus armas caracterfs tícas: el arco y las flechas de caña con puntas de hueso de cier­vos o de mono. rara derribar árboles usaban hachas de piedras en forma de ciña. Construían sus casas con hojas de palma y otras plantas estando el interior dividido en cuatro y alojándose en cada com­partimiento una familia. Cada aldea se componía de 5 o 6 de estas viviendas. Se supone que sus principales recursos deben haber sido la caza y la pesca y también recolección aunque también practicaron una agricultura primitiva y la pesca, y también recolección aunque también practicaron una agricultura primitiva y la pesca en los tributarios del Paraná. Cuidaban de no exterminar los animales de un campo de ca­za y en consecuencia el año siguiente no cazaban allí para que se reprodujeran. También conservaban frutos para las malas épocas del año. Vivían en pequeñas agrupaciones de 20 o 25 familias gobernadas por un cacique y a su vez un hombre gobernaba paternalmente a cada familia. Eran polígamos. Hay imprecisas noticias sobre sus ideas religiosas y se sabe que estaban a cargo de hechiceros que inhalaban yerba mate con la finalidad de entrar en trance y comunicarse con la divinidad.
Creían en la inmortalidad del alma y en que algunos se convertían en demonios a los cuales llamaban “acupli”. Algunos grupos practicaban la cremación como rito funerario y otros el entierro directo. Sobre la tumba levantaban un cúmulo de más de 3 m. de alto, colocando el cadáver funerario techada con hojas de palma. Según el Padre Lozano, sobre el cúmulo colocaban una vasija y al pie de el encendían un fuego lento alimentado y cuidado por los parientes del difunto. Su rápida desaparición se puede haber debido al exterminio en las luchas contra los colonizadores blancos y también al haber sido absorbidos por grupos indígenas de superior cultura y mayor densidad, especialmente los GUARANIES.
Los CHARRUAS, por su parte, habitaban principalmente la Banda Oriental pero tambien la provincia de Entre Ríos, hasta el río Gualeguay y el SE de Corrientes desde Yapeyú al SO Eran nómadas y sus desplazamientos contínuos hicieron que se los confundieran con otras tribus. La conquista los llevó a un acelerado proceso de aculturación que provocó su desaparición como entidad técnica independiente. Eran individuos de elevada estatura y robustos.
Según Mantilla eran vagabundos, feroces, traicioneros, indómitos, ladrones u esforzados guerreros. El trabajo no los atraía y se mantenían con el botín obtenido en sus guerras: el robo, la caza, la pesca y la recolección de huevos y plantas silvestres. Usaban como armas: el arco, la flecha, boleadoras, hondas y lanza.
Usaban un manto de piel adornado en el exterior con pinturas geométricas y se adornaban con ornatos nasales y tatuajes en la cara y en el cuerpo. Eran crueles con sus prisioneros, especialmente cuando festejaban sus triunfos y su nobleza su prestigio se acre­centaban cuando más cráneos de sus enemigos tuvieran. También aumentaba su prestigio el tener el cuerpo cubierto de cicatrices. En los ritos funerarios practicaban la amputaci6n de una falange del dedo a la muerte de cada pariente, costumbre muy difun­dida en América y que debe remontarse a épocas antiguas. Algunos grupos acostumbraban llevar los huesos descarnados de aquellos que morían en los frecuentes viajes que hacían para enterrar en los lugares en que residían habitualmente. Otro ritual eran los largos ayunos y penitencias que realizan con el objeto de tener una visión del espíritu guardiano o sea el espíritu protector que se presenta­ba bajo la forma de un animal o de un ente sobrenatural. Parece que creían en la inmortalidad del alma y en su resurrección.
No celebraban fiestas de entretenimientos ni utilizaban instrumentos musicales.
Generalmente andaban desnudos, pero a veces usaban una vestimenta de algodón a modo de camisón llamada “tipoy” tejida por las mujeres. Las mujeres de pintaban la cara de azul y usaban “orejeras” de plata u oro o de piedrecillas azules. Los varones se adornaban, en algunos pueblos, con una pluma de papagayo atravesada en la nariz y, en otros con piedrecillas azules colgantes.
Formaban agrupaciones más o menos numerosas, con residencia estable en un lugar, pero cada una de ellas era independiente y en conjunto no formaban una nación compacta. Cada parcialidad tenia su cacique, al que llamaban “ABARUBICHA (Jefe de hombres) y que tenía un poder absoluto y hereditario. Los miembros de la comunidad estaban obligados a labrar las tierras de sus jefes, darle parte de sus cosechas, construirles sus casas y brindarles sus doncellas. Practicaban la poligamia, aunque según la posibilidad económica de cada hombre Sus casas eran de gran tamaño, pues albergaban a varias familias bajo el mando de un jefe, y algunas llegaban a tener hasta 50 metros de largo. Un grupo de ellas, dispuesta alrede­dor de una especie de plaza y rodeada por una empalizada, constituían una aldea. Los habitantes dormían en hamacas.
Sus armas características fueron el arco largo y las flechas y una especie de espada o macana confeccionado con madera dura y con filo . También usaban de piedra pulida. La agricultura intensiva fue base de su economía, siendo sus dos principales cultivos la batata y la mandioca, aunque también cultivaron el maíz, zapallo, poroto mate, algodón bixa que les servía para pintarse el cuerpo. Utilizaron el sistema de Roza o Mil que consistía en la tala del bosque, luego se prendía fuego y posteriormente se cultivaba en el espacio libre logrado. Cuando la tierra se agotaba, cosa que ocurría cada 5 años aproximadamente, cambiaban de lugar y dejaban que el bosque creciera nuevamente. La cerámica característica de esta cultura se asemejaba a las piezas pintadas de la región amazónica. Los vasos eran pintados de blanco con una pintura que adquiría casi una calidad de estuco, sobre esa superficie se trazaban complicadas decoraciones de aspecto.
Se organizaban en grupos simples de cincuenta o cien indi­viduos con un cacique de mayor autoridad. Una especie de consejo de Jefe de familia resolvía los asuntos de guerras e interés gene­ral. Cada familia poseía su propio toldo que consistía en tres o cuatro arcos clavados en tierra cubiertos a la ligera con paja o juncos. El contacto con los españoles les permitió adquirir un rá­pido dominio del caballo y esto significó un importante cambio en su género de vida.
Otro grupo de indígenas plenamente bárbaros eran los “GARCARAES”, “CHANAES”, “CHANAES TIMBUES”, “MOCORETAES”, “CAMARAOS”, “MEPENES” eran parcialidades pertenecientes a un mismo conjunto y no eran “GUARANIES”.
Los MEPENES de los cuales han llegado pocas noticias, vi­vían de la caza y la pesca y de algunos productos de la agricultura. Vivían en caseríos y con sus canoas realizaban excursiones fluvia­les.
Los CACARAES muy similares a los CHARRUAS, formaban pueblos que también vivían de la caza y la pesca y de algunos productos de la agricultura. Pero el pueblo más importante culturalmente y conómicamente fue el GUARANI. Culturalmente pertenecían al grupo amazónico y su lengua fue de las más usada por los españoles, llegando con toda su riqueza a nuestros días.
Los GUARANIES vivían en Corrientes a lo largo del río Para­ná y al Oeste del río Uruguay, conformando aquí un macizo compacto que se distribuía entre otros pueblos no guaraníes como los GUAYA NAS y los CHARRUAS. Eran de estatura más bien baja, musculosos, bien desarrollados y de cabeza redonda.
Se depilaban el cuerpo y posiblemente usaban capilares.
Se caracterizaron por sus prácticas guerreras y estrecha­miento unidas a ellas la antropología de carácter ritual. Los prisioneros de guerra eran preparados para un largo periodo, se los engordaba y eran muerto de un golpe de macana en la cabeza durante un acto publico.
Fabricaban grandes recipientes que utilizaban como urnas funerarias para adultos y enterraban sus muertos con ceramonias y cantos. Reconocían la existencia de un superior “TUPA” conservador de la nación, pero no le erigían templos, ni adoraban ídolos, ni hacían sacrificios, el culto era interno. También creían en la existencia de un genio superior del Mal “AÑANG” al que temían con pavor: de ahí el influjo de la supertición y como defensa, el anhelo de penetrar por la astrología los secretos de la naturaleza. Un rasgo de su cultura superior a la de otros pueblos de la región era el gusto de la mdsica, el canto y el baile, consis­tiendo las diversiones en danzas alegóricas y canciones nostálgicas referidas al pasado de la tribu. Otro rasgo característico era su gusto la elocuencia, constituyendo para ellos su rica lengua, pintoresca y expresiva como pocas. Los primeros españoles que entraron en contacto con estos pueblos fueron los integrantes de la expedición de Sebastián Caboto Atribuyendose a éste el descubrimiento de los ríos Paraná (del guaraní: para: mar y aná: pariente PARIENTE DEL MAR), Paraguay y Bermejo.

Según una carta de Luis Ramirez, miembro de la tripulación de Gaboto, durante la primera expedíci6n del río Paraná pasaron han bre y penalidades, siendo auxiliados oportunamente por el cacique YAGUARU (en guaraní: Lobo Grande), jefe de un cacerío guaraní que se encontraba en las proximidades del actual pueblo de Itatí, Gaboto llegó el 26 de febrero de 1.528 y denominó Santana al puerto, luego mandó explorar río arriba, encontrando los hombres pueblos pacíficos y generosos. Segun Ramirez los indios usaban orejeras y planchas de muy buen oro y plata, que adquirían a otros que ffioraban Paraguay arriba. Luego la expedición bien provista de alimentos, continuo sus exploraciones por el río Paraguay y Bermejo. Luego en el viaje de regreso hacia el Sur, los españoles vol vieron a recibir ayuda alimentaria de parte de los aborígenes de la costa correntina del Paraná. La expedición encontró allí al pueblo de IEPENSS, asentado en el territorio entre los ríos: Corriente y Santa Lucía, de los cuales decían que comían pescado, carne, algo de arroz y otras cosas. Estos son los testimonios que quedan de los primeroS encuentros de los europeos con los índígenas del actual territorio correntino. Pero pasarían largos años todavía hasta que en ese territorio se llevara a cabo el primer asentamiento de los colonizadores.