Cada edición que lo tiene en el escenario Sosa Cordero, la jerarquía de la fiesta se vuelve inevitable. Repartió canciones empapadas de nostalgias y el público disfrutó de un músico de elevado talento, que es sinónimo de este género musical.
Uno de esos momentos en los cuales disfrutando de la Fiesta Nacional del Chamamé podría considerarse un espectador privilegiado de algunos artistas que marcan la diferencia entre los que sienten el chamamé, de aquellos que son imprescindibles y Mateo Villalba es uno de ellos que nos genera tantas sensaciones juntas con tan solo una canción.
La cuarta noche de la fiesta nos dio la oportunidad de escucharlo, abrazarlo en sus obras y sentir los verdaderos valores que nos describe el chamamé. Y es que en sus manos que se hacen alas, cada vez que acaricia su guitarra, desprende la esencia de esta cultura que nos identifica, un músico dueño de un sonido profundo y personal.
Ofreció un concierto maravilloso, acompañado de talentosos músicos como lo son Daniel Osuna y los hermanos Samuel y Facundo Rodríguez, quienes además los escoltaron en sus voces. Como carta de presentación, ratificando el verdadero sentido de pertenencia a esta esencia cultural, iluminó a todos con su composición “Vengo de lejos”.
“Muchas gracias, hablamos de nosotros y está bien. Nos presentamos, somos correntinos y chamameceros, que amamos este encuentro anual y que ojalá que se repita, como decía Montiel. Estamos felices realmente”, refirió el maestro Villalba desde el escenario.
Para continuar, el curuzucuateño dijo: “Vamos a hacer un tema que se titula “Allá por campo Iguazú”, que fue dedicado a un amigo correntino que se fue a radicar a Brasil, a Campo Grande, y lo hicimos con otro amigo, el vasco Echegoyen”, y desojó así emociones en las cuerdas de su guitarra.
A modo de homenaje, Villalba se refirió a quienes no están en esta edición. “Esta es una fiesta con muchas ausencias, que a mi personalmente me llegan demasiado y tienen tanto que ver con mi vida, como es Pedro del Prado. También de Piri Araoz, que ahora no lo tenemos, pero seguramente pronto va a estar acá”. A esto añadió que “es lamentable partida de Gabino Chávez, un hermano nuestro que estuvo muy ligado particularmente con mi vida, hicimos muchos trabajos juntos y no quería irme sin recordarlos y por qué no aplaudirlos” y se cumplió el pedido. En este contexto, aprovechó para compartir un tema que realizaban con Chávez y todo el Cocomarola se inclinó a sus pies, cuando apenas recitó la introducción del clásico que compuso con Teresa Parodi, como es “Bajo el cielo de Mantillo”, en una extraordinaria versión que alzó la ovación del público.
Cuatro guitarras, de majestuosidad incomparables, que demostraron que no es prescindible el bullicio de las baterías, y en su caso hasta innecesaria la incorporación de instrumentos tradicionales como el acordeón, solo su corazón chamamecero basta para interpretar el verdadero sentimiento de esta música regional. “No se imaginan lo que es para nosotros estar acá, mostrando esto que sabemos hacer y tenemos para dar, gracias”, expresó. A esto sumó: “Uno es muy fanático, no digo un enfermo, pero un fanático de esta música que pega a uno tanto, yo ando componiendo cosas que tienen que ver con mi lugar de origen, seguramente lo conocen, quizás otros no, pero escúchenlo”. Ahí nomás desanudó un chamamé para el alma y compartió su obra “Corrientes”.
Con el habitual bis, aprovechó la ocasión para despedirse recordando nuevamente a Gabino Chávez, con una obra que la compuso con el padre Félix Chávez y regaló envuelta de emociones, y con la atenta mirada de Julio Cáceres, un espectador con presencia perfecta en la fiesta, interpretó una de las canciones más lindas que nos obsequia de su extenso repertorio, “Arrebol”, y todo a su alrededor fue una gran conmoción.
Una vez más, Mateo Villalba demostró que esta fiesta no necesita de otros géneros, ni de artistas ajenos, para mostrar el verdadero camino que debe tener el chamamé, la senda de la tradición y la naturalidad, sin forzarla para que se vuelva popular; por el contrario, la autenticidad del chamamé está garantizada con artistas como él.
La fiesta es espacio de encuentros, enchamigadas y muchos proyectos
La excelencia no solo se vive en el escenario mayor de la Fiesta Nacional del Chamamé, y además de las presentaciones de los destacados artistas del género, también por los pasillos se multiplican los abrazos y encuentros, momentos únicos de esta celebración. “Qué lindo es verlo maestro, me encantaría hacer algo con usted”, comentó un joven músico de Goya cuando se cruzó con Juancito Güenaga, quien con una sonrisa respondió, “de eso se trata nuestro chamamé”.
En las recorridas es habitual toparse con referentes que transitan entre notas y fotografías, pero además la charlas y las anécdotas son habituales en estos cruces. Una postal de la fiesta fue las risas entre Rudi Flores, “Cacho” Espíndola y Mateo Villalba, ellos en su mundo, en sus recuerdos y en anécdotas atesoradas en su corazón. “Te acordás cuando ” soltaba Villalba a Flores y la sonrisa cómplice de Espíndola describían lo que solo ellos y sus corazones, apretaban en ese instante. Allí también surgen proyectos, propuestas que de alguna manera se materializan a lo largo del año, y que por estas horas se está masticando, como es por ejemplo la posibilidad de crear el Primer Festival de Guitarras Chamameceras, una maravilla que vienen moldeando estos guitarristas.