En medio de una transformación tecnológica global, el país apuesta por una nueva fuerza productiva basada en la innovación.
La economía del conocimiento ya no es una promesa ni un conjunto de palabras de moda. Desde el punto de vista de los números y la estadística, es una realidad tangible que transforma la matriz productiva de Argentina, empuja sus exportaciones y genera empleo de calidad.
En términos simples, se trata del conjunto de actividades económicas que utilizan el talento humano y la innovación como principal insumo para crear valor. Desde el desarrollo de software, biotecnología e inteligencia artificial hasta la producción audiovisual, la nanotecnología, los servicios profesionales, la industria satelital o la ingeniería aplicada, el abanico de sectores que integran esta economía es amplio, diverso y en constante expansión.
Lo distintivo de estas actividades es que no dependen de recursos naturales, ni están sujetas a la estacionalidad del clima ni al transporte físico de mercaderías. La economía del conocimiento se basa en el conocimiento aplicado y la creatividad, y eso la convierte en una fuente estratégica de divisas para países como Argentina.
Según datos de Argencon (entidad que nuclea a empresas prestadoras de servicios de todos los verticales de la Economía del Conocimiento), hoy representa el cuarto complejo exportador del país, superado únicamente por el agro, el sector automotor y el petrolero-petroquímico. Con más de 424.000 personas empleadas y exportaciones por 8100 millones de dólares en 2023, se consolida como uno de los sectores más dinámicos y resilientes de la economía argentina.
El perfil que define a Argentina en este sector se basa en varias ventajas clave: una oferta académica pública y privada de alta calidad, un huso horario compatible con Estados Unidos y Europa, excelente dominio del inglés, infraestructura digital moderna y accesible, una cultura emprendedora consolidada y un bajo riesgo de catástrofes naturales. Pero sobre todo, el talento: los recursos humanos argentinos son reconocidos internacionalmente por su capacidad para resolver problemas, adaptarse a entornos cambiantes y generar valor con creatividad.
Los unicornios tecnológicos
Con estos atributos, no es casual que Argentina sea el país con mayor cantidad de unicornios tecnológicos (empresas que valen más de 1000 millones de dólares) por habitante en América Latina. Globant, Mercado Libre, Auth0, Tiendanube, Ualá, Despegar, Vercel, Aleph, Mural y Satellogic son solo algunos de los casos más emblemáticos. Empresas nacidas en Buenos Aires, Córdoba o Rosario que hoy lideran mercados globales y compiten de igual a igual con gigantes tecnológicos. Más aún: Argentina es líder regional en la creación de startups de base tecnológica y comparte con Brasil el 30% de este tipo de iniciativas en la región.
La historia de este fenómeno tiene un punto de inflexión claro: la Ley de Promoción del Software, sancionada en 2004. Hasta ese momento, el sector tecnológico argentino era pequeño y fragmentado. Con esta política pública, pionera en su tipo, se enviaba una señal clara al mercado: el Estado estaba dispuesto a respaldar a la industria con beneficios fiscales y previsibilidad. El impacto fue inmediato. De 20.000 empleos y menos de 100 millones de dólares en exportaciones, se pasó a 155.000 puestos de trabajo directos y 8000 millones en exportaciones anuales, según cifras de la Cámara de la Industria del Software (CESSI).