La revalorización de estos monitores sorprende a expertos y coleccionistas, mientras artistas y gamers exploran sus ventajas visuales y forjan vínculos sociales en torno a la pasión por lo retro
El resurgimiento de los televisores de tubo de rayos catódicos (CRT), una tecnología que parecía relegada al olvido tras la llegada de las pantallas planas, ha generado una demanda inesperada en todo el mundo. Lejos de ser simples objetos de nostalgia, estos voluminosos aparatos han encontrado un nuevo público entre entusiastas de los videojuegos retro, artistas visuales y hasta sectores industriales y militares, que valoran cualidades imposibles de replicar con la tecnología actual.
La fascinación por los CRT se manifiesta en historias como la de Shaan Joshi, desarrollador de videojuegos y escritor de Florida, quien no dudó en invertir USD2.500 por diez monitores profesionales de video (PVM) tras verlos en una publicación de eBay.
Estos equipos, que en su día equiparon laboratorios médicos y estudios de televisión, se han convertido en piezas codiciadas por quienes buscan la experiencia visual auténtica de los años 80 y 90. Joshi relató a BBC que, tras adquirir los televisores, un desconocido le propuso compartir la compra y el traslado de los aparatos, ubicados a más de 320 kilómetros de distancia. La colaboración, nacida en línea, terminó por forjar una amistad.
La tecnología de tubo de rayos catódicos, inventada en 1897 y comercializada por primera vez en Alemania en 1934, se basa en el calentamiento de un cátodo que emite electrones hacia una pantalla recubierta de diminutos puntos de fósforo. Estos puntos, al ser excitados por el haz de electrones, generan la imagen visible. Los primeros modelos solo ofrecían imágenes monocromáticas, pero la incorporación de tres cañones de electrones permitió la reproducción de color. Durante décadas, los CRT fueron el estándar en hogares, hospitales y centros de control aéreo, con cientos de millones de unidades vendidas globalmente.
El declive de los CRT comenzó a finales de los años 90, cuando las pantallas planas irrumpieron en el mercado con mayor tamaño, menor peso y precios más accesibles. Para la década de 2010, los televisores de tubo se acumulaban en vertederos, desplazados por la modernidad. Sin embargo, su desaparición no fue total. Un segmento creciente de usuarios sigue prefiriendo la calidad de imagen y las características únicas de estos aparatos. Algunos incluso optan por ver series actuales en un CRT, mientras que en el ámbito industrial y militar, empresas como Thomas Electronics en Nueva York continúan fabricando pantallas de tubo para sistemas de puntería y visores montados en cascos de pilotos.
El atractivo de los CRT para los aficionados a los videojuegos retro radica en la fidelidad con la que reproducen los gráficos originales. Los PVM, en particular, son altamente valorados por su calidad de imagen y variedad de conectores, lo que facilita la conexión de consolas clásicas. Joshi, quien llegó a reunir entre 40 y 50 monitores Sony PVM durante la pandemia, explicó a BBC que calcula la vida útil de cada aparato para asegurarse de conservar al menos uno funcional durante toda su vida. “Hasta que muera”, afirmó.
El mercado de los CRT ha experimentado una revalorización notable. Hace una década, un PVM podía adquirirse por apenas USD50, pero hoy los modelos más buscados superan los USD1.000. La escasez ha dado lugar a una industria artesanal de técnicos y revendedores. Steve Nutter, reparador de CRT y creador de contenido en Virginia, indicó a BBC que ha restaurado unos 65 equipos en lo que va del año, cobrando alrededor de USD600 por reparación. Nutter también ha suministrado televisores a artistas visuales, quienes los utilizan para crear instalaciones de “muros” de pantallas, como las obras de la fallecida Gretchen Bender, exhibidas en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
La comunidad de entusiastas se organiza en espacios como el grupo de Facebook The CRT Collective, que supera los 240.000 miembros. Byron McDanold, uno de sus moderadores, destacó a BBC el atractivo sensorial de estos aparatos: “Presionas el botón y hace ese sonido de zumbido y estallido al encenderse”. Para muchos, la búsqueda de un CRT perfecto es un intento de revivir sensaciones de la infancia, aunque la perfección absoluta sea inalcanzable en dispositivos de varias décadas de antigüedad.
La dificultad para encontrar y mantener estos televisores ha impulsado alternativas tecnológicas. Los “upscalers”, dispositivos que adaptan la señal de consolas antiguas a pantallas modernas, han ganado popularidad. Mike Chi, creador de la marca RetroTINK, declaró a BBC que ha vendido “miles” de estos aparatos, cuyo modelo más avanzado ofrece resolución 4K y cuesta USD750. Los upscalers permiten aplicar filtros que imitan efectos visuales de los CRT, como las líneas de exploración y el desbordamiento de color, aunque Chi reconoce que “simplemente no se puede recrear ese resplandor”.
El fenómeno trasciende el ámbito de los videojuegos. Bella Roberts, creadora de contenido en redes sociales, adquirió un CRT por 20 libras (USD27) y compartió en TikTok su experiencia conectando el televisor a un Firestick para ver series como Stranger Things, ambientada en los años 80. Su video superó los dos millones de visualizaciones. Roberts ha ampliado su colección y asegura que los dibujos animados clásicos “lucen especialmente bien” en estos aparatos.
El profesor Andrew Przybylski, de la Universidad de Oxford, subrayó a BBC el componente social de la afición por los CRT y los videojuegos vintage, que fomenta la interacción y la nostalgia compartida. Además, considera que, siempre que se manipulen con precaución, estos televisores representan un pasatiempo saludable.
La estética de los CRT también ha influido en el diseño de videojuegos actuales. El desarrollador Billy Basso se inspiró en estos televisores para crear los gráficos de Animal Well, utilizando técnicas que simulan las líneas de exploración y el desenfoque característicos de las pantallas de tubo. Basso llegó a probar su juego en un Sony PVM real para comparar el resultado.
No todo es positivo en el mundo de los CRT. Su peso y tamaño dificultan el transporte, como comprobó Joshi al cargar los monitores adquiridos en Miami. No obstante, la experiencia le permitió entablar una amistad duradera con quien inicialmente era un desconocido. “Las amistades que he hecho son, sinceramente, lo mejor”, confesó Joshi a BBC. “Si solo tuviera uno, sería feliz”.