Cumplido el segundo año de mandato, el Ejecutivo enfrenta logros parciales y problemas persistentes en materia económica, social e institucional.
No importa si la jugada fue un acierto o un error. La respuesta tranquiliza, siempre: “Todo marcha acorde al plan”. No importa si un opositor montado en un caballo volteó la torre fiscal o si un alfil oficialista quedó en línea de ataque al rey de la oposición. Lo que sea, aunque parezca improvisado, es untado con las siglas que condensan el slogan: TMAP. Bandera, gorra y tuit fijado.
Desde ya, Javier Milei y sus principales funcionarios apelaron a una estrategia narrativa, en especial cuando tanto los mercados como la política demandan un futuro previsible. Expectativas a plazo y un comando que controle la situación.
Ahora bien, al cumplirse dos años de gestión, o, lo que es lo mismo, cuando arrancan los últimos dos años de gestión, resulta imperioso no comprar con los ojos cerrados el hit TMAP y, en cambio, hacerse la siguiente pregunta: ¿Todo marcha de acuerdo al plan? A mitad de mandato, cuando Gobierno y oposición reconfiguran estrategias para el tramo decisivo, el interrogante cobra una densidad inevitable.
La intención de esta edición especial por los 49 años de Ámbito es sondear en las respuestas a través de opiniones variopintas de la dirigencia política, de los principales economistas del país y de referentes del mundo empresario. También ofrecer herramientas con el análisis de los periodistas de este medio, en un amplio abanico de temáticas.
Pero, a modo de síntesis, y en tiempos donde los medios también están bajo la lupa de la sociedad -pero más aún de este Gobierno-, se debe dar una respuesta categórica. Una respuesta que eluda los facilismos del periodismo ideologizado, que solo observa la realidad en un prisma monocromático. O, lo que es peor, el facilismo de la falsa moderación que el saber popular catalogó como “Corea del Centro”.
Entonces, y antes de pasar a los porqués, es necesario hacer uso de las afirmaciones ¿Todo marcha acorde al plan? Y hay una sola respuesta posible: sí, el rumbo de esta tierra próspera es conducido por un plan maestro que anticipó cada una de las etapas que llevarán a la tierra prometida. Y también hay otra única respuesta posible: no, el camino está plagado de pifias y de decisiones al voleo, con el dedo mojado al viento. Y si las cosas terminan saliendo bien será solo por un milagro. O de carambola.
Veamos:
Sí, todo marcha de acuerdo al plan
Innegable. Javier Milei trazó un horizonte y avanza hacia él, casillero tras casillero. Un ordenamiento macroeconómico que redundará, más temprano que tarde, en inversiones, crecimiento y empleo. Prosperidad.
El equilibrio fiscal, fundamento central del Gobierno, no solo se consiguió rápidamente a costa de un ajuste avalado por la sociedad bajo el símbolo de la motosierra, sino que Milei se impuso con holgura y con hechos medibles en ese paraje de la batalla cultural. Ningún espacio político, ni siquiera el peronismo que supo hacer gala de la expansión desenfrenada del gasto público, cuestiona hoy el mantra de no gastar más de lo que entra. El Gobierno consiguió un superávit primario del 1,4% del PBI y uno financiero solo en octubre de $517.672 millones, aun haciendo frente a los pagos de deuda. Todo esto tras recibir una herencia compleja, por no decir aplastante.
Ese recorte de gastos, la mayor parte fútiles y destinados a financiar a una clase política improductiva, llevó al cumplimiento de la principal promesa de campaña de Milei: la baja de la inflación, que pasó de 25,5% en diciembre de 2023 a 2,3% en octubre pasado. No hicieron mella las disparadas del dólar ni la suba de tasas en los precios al consumidor. Otras cartas que colaboraron con el desplome del IPC: 1) la apertura económica, otro de los leit motiv de Milei, que a través de la llegada de productos importados amplió la oferta de productos y fomentó la competencia; 2) una reducción tributaria tenue pero que da pistas a futuro, como la eliminación del Impuesto PAIS o tramos de impuestos internos a productos como los autos.
En ese marco, el frente cambiario logró sostenerse pese a las turbulencias preelectorales de origen político, y el equipo económico sostendrá, con pragmatismo, el sistema de flotación entre bandas. En ese escenario, pese a cuestionamientos sobre un supuesto “dólar atrasado”, la balanza comercial anotó en octubre su 22° superávit consecutivo. Es decir, en la era de La Libertad Avanza (LLA) se exporta más de lo que se importa.
También fue clave el respaldo económico (y político) del Gobierno de los EEUU del republicano Donald Trump, con intervenciones en el mercado cambiario y la firma de un swap por u$s20.000 millones, con un tramo ya activado. El alineamiento geopolítico con los EEUU fue otro de los puntos que Milei postuló desde el vamos, una alianza que se trasladó a los foros multilaterales y que se coronó con el anuncio de acuerdo comercial amplio, del que resta conocerse la letra chica, pero que fue bien recibido por la city. Ese clima de negocios llevó a los anuncios de un retorno al mercado de capitales, por la confianza de los inversores.
Si bien resta resolver problemas económicos, en especial la caída del consumo, la recuperación del salario, el costo para la producción local, la acumulación de reservas, por mencionar cuatro ejes, el Gobierno logró instalar la idea de “transición”: Argentina está en un proceso que requiere tiempo. Esa narrativa, por ahora, sigue funcionando.
En el plano político, el Gobierno consiguió avanzar con reformas y desregulaciones, ya sea por decreto o a través de proyectos como la Ley Bases. Inclusive, solo en el fragor de la campaña LLA sufrió reveses importantes en el Congreso, donde atravesó dos años marcados por una franca falta de legisladores, un hecho inédito en la vida institucional argentina. En ese sentido, con excepciones, contó con apoyo de gobernadores en momentos clave, y con el dique de contención del PRO, un aliado estable en el plano parlamentario y electoral.
La victoria en las elecciones de octubre no solo le dieron a Milei un baño de legitimidad para el segundo tramo de gestión, sino también le permitirá encarar esta fase con un equilibrio de fuerzas tanto en el Senado como en Diputados. De hecho, en este último recinto, a través de movimientos poselectorales, se convirtió en primera minoría, desplazando al PJ de ese lugar. Un mapa optimista para lo que viene: el tratamiento del Presupuesto 2026 y las reformas laboral e impositiva, que arribarán al Congreso en el verano para las sesiones extraordinarias.
En paralelo, el peronismo, principal oposición, deambula sin estrategia y sin liderazgos definidos, envuelto en sus guerras internas. Como contraposición, el Gobierno ordenó las internas luego de las elecciones y oxigenó el Gabinete con cambios clave para encarar los próximos dos años.
Con este combo, se espera otro diciembre inusualmente en paz. El clima social asoma sin estallidos masivos, con conflictividad administrada. La calle, hasta ahora, no fue un factor disruptivo y no lo será en este cierre de 2025.
No, no existe un plan. Y si existe, nada marcha como prevé
La realidad fue más desprolija que el relato. El Gobierno tambaleaba, contra las cuerdas, y se salvó de besar la lona por el auxilio de Donald Trump y Scott Bessent, en momentos de zozobra cambiaria, inestabilidad política y parálisis económica
Un respirador artificial que le tendió un puente al Gobierno para llegar de pie a las elecciones, cuando en rigor ponía en juego su futuro. Una elección de medio término más trascendental que otras, por la debilidad parlamentaria de La Libertad Avanza. En esa previa del 26 de octubre, antes de los tuits de Bessent, el oficialismo perdía por paliza en ambos recintos, donde no lograba siquiera conseguir un tercio de votos para blindar vetos a leyes necesarias como la emergencia en discapacidad o el financiamiento educativo, destinadas a dos sectores sensibles que sufrieron el paso de la motosierra.
Una crisis política que encontró eco en la multitud de elecciones provinciales, donde los violetas cayeron inexorablemente en todos los distritos en los que compitió con sello propio. De todas ellas, la más resonante fue la caída por 14 puntos en la provincia de Buenos Aires. No solo hirió al Gobierno, sino que catapultó a Axel Kicillof dentro del peronismo, como potencial candidato en 2027. Milei le dio al PJ la posibilidad de unirse y acaso de resurgir en el futuro.
La idea de presentar la lista violeta en todas las provincias, asimismo, dinamitó alianzas con gobernadores dialoguistas, a quienes LLA les compitió en sus pagos, a pesar de los favores parlamentarios. La falta de respuesta a los pedidos provinciales y el cúmulo de promesas incumplidas decantaron en un inédito scrum de 24 mandatarios contra Nación, traducidos en proyectos de ley para que el Gobierno reparta fondos que se había apropiado, indebidamente.
No hubo plan. Por caso, la estrategia electoral fue uno de los ejes de tensión entre Karina Milei y Santiago Caputo, que disputaron una interna feroz, paralizando la administración de LLA. Una interna que se llevó a libertarios de la primera hora y que inyectó una dosis elevada de autodestrucción al Gobierno. Así, Milei defraudó la promesa de una renovación dirigencial. Ya no se habla de casta, dado que el Presidente se inclinó por su hermana, por el apellido Menem y otros de larga trayectoria política como Bullrich, Scioli o Francos. Los cambios de ministros, con tres jefes de Gabinete o tres cancilleres en apenas dos años, tienen el olor inconfundible de la improvisación.
La lucha contra la corrupción fue también una bandera que debió bajar el Gobierno. Comenzó el año con la criptoestafa $LIBRA, hechos en los que la Justicia investiga la responsabilidad de Javier Milei. Termina con el escándalo de la Agencia de Discapacidad (ANDIS), una trama de presuntas coimas que tendrían en el vértice de la pirámide a la hermana del Presidente. En el medio, diputados acusados por vínculos narco, que derivaron en la baja de la candidatura de José Luis Espert en Buenos Aires y la renuncia de la rionegrina Lorena Villaverde al Senado, tras los cuestionamientos a su pliego.
Asimismo, en lo económico, la inflación que no cede al ritmo prometido. Por caso, en los últimos meses el IPC registró leves subas y se sostiene por encima del 2%, un valor que sigue estando entre los más elevados del mundo. La motosierra no hizo desplomar la inflación… hizo desplomar la actividad. El comercio y el consumo no terminan de reaccionar y se acumulan cierres de empresas, una suma que crece a diario.
Los números macro muestran indicadores desparejos entre sectores. El sector hidrocarburífero, la minería y el agro sostienen el alza, en detrimento del resto de las actividades. La industria, clave en la generación de empleo, es la gran perdedora de la era Milei: dólar poco competitivo, una carga impositiva exagerada, costos laborales imposibles y deterioro de infraestructura por la parálisis de la obra pública. Con esa mochila, el Gobierno realizó una apertura a productos importados que llegan sin tributar, que encuentra a los nacionales en clara desventaja. Un cóctel explosivo que pone en jaque a la industria nacional.
Las finanzas también exhibieron una volatilidad producto de la falta de planificación. El desarme de las LEFI a mitad de año generó un exceso de liquidez con impacto sobre el dólar y sobre las tasas, con un efecto arrastre en el segundo semestre del año, hasta las elecciones, y que reflejó las contradicciones en el equipo económico.
La desconfianza del mercado persiste, en especial porque se está por poner a prueba la resistencia de uno de los talones de Aquiles del modelo: la falta de dólares y la incapacidad de acumular reservas. El Gobierno prefirió no comprar dólares ni en momentos del tipo de cambio pisado de manera artificial, con el esquema del crawling peg del 1%. Las dudas persisten en especial porque en 2026 hay cuantiosos vencimientos, el primero en enero, por u$s4.200 millones. Para los economistas, el esquema de bandas no es compatible con la acumulación de reservas. Y lejos de los preceptos libertarios, no hay intención de hacer flotar la divisa libremente, ni de liberar definitivamente el cepo para las empresas. Promesas en saco roto, como el cierre del Banco Central o la dolarización. Se descuenta, además, que se deberá pedir un waiver al FMI, ya que las metas establecidas no serán alcanzadas ni por asomo.
Por estas cuestiones, el mercado sigue sin convalidar el modelo y el riesgo país no logra perforar los 600 puntos pese al salvataje de los EEUU. Luis Caputo negocia financiamiento con bancos para afrontar esos vencimientos de deuda, mientras busca opciones para salir al mercado internacional. Hecho para el cual necesita que el riesgo país baje de 500 puntos, al menos.
La contabilidad creativa respecto al superávit financiero, el factor impredecible del estilo de Milei, las reyertas en redes sociales incluso entre los propios, los conflictos permanentes frente al Congreso, las protestas multitudinarias de estudiantes o jubilados, por poner ejemplos, son varios de los puntos por los cuales está claro que las cosas no marchan acorde al plan. Incluso, ponen en duda la existencia de un plan.
Entonces: ¿TMAP? Hay respuestas para los dos extremos. Incluso se pueden poner en la licuadora y hacer una tercera, una síntesis, para aquellos que buscan una opción con matices, que contemple la gama de grises. En definitiva, dos años después, el interrogante sigue abierto. El Gobierno sostiene que ejecuta su plan. Sus críticos sostienen que nunca existió.
Este anuario ofrece los elementos para que cada lector saque su propia conclusión.

















